Buenas tardes blogueros/as:
Hemos estado viendo el documental, “Un mundo
de sombras” emitido en la TVE en el año 2000.
En él, hemos aprendido que la cárcel está
dividida en tres grados. En el primer grado, o régimen cerrado, conviven los/as reclusos/as que han cometido los delitos más
graves o por su peligrosidad o inadaptación a los otros regímenes. En este caso
las medidas de control y seguridad son las más restrictivas. En el
segundo grado, o régimen ordinario, conviven los/as presos/as separados por
sexo, edad, antecedentes, estado físico o mental, se ajusta a las necesidades
del tratamiento, a los programas de intervención y a las condiciones generales
del Centro. El trabajo y la formación tienen la consideración de actividades
básicas en la vida por lo que realizan talleres ocupacionales e incluso se
realizan trabajos donde reciben una remuneración. Y en el tercer grado, o régimen
abierto, se aplica a los/as presos/as que pueden continuar su condena en semi-libertad,
éstos/as pueden pasar horas en libertad,
aunque siguen durmiendo en la cárcel.
También hemos podido conocer que en una de
las cárceles de España están poniendo a prueba una nuevo concepto de familia y prisión,
logrando que en una cárcel puedan convivir
hombres y mujeres con sus hijos e hijas como si de una vivienda normalizada se
tratase. Además de las ya conocidas opciones familiares, donde las mujeres presas
pueden convivir con sus hijos/as hasta los 3 años.
Nos han llamado mucho la atención, que en
algunas cárceles, los presos se comunican con otras presas del módulo cercano a
través de botellas: tenían un lenguaje a través del ruido de éstas.
También que, entre los/as presos/as adictos a
algún tipo de droga, hay reparto de metadona, y de jeringuillas por parte del
centro penitenciario para que no se contagien algún tipo de enfermedad. No se
autoriza el consumo de drogas pero si se previene.
Además, hemos visto cómo viven en la cárcel
las personas con enfermedad mental. Tienen un módulo donde hacen talleres y
tienen terapeutas ocupacionales y psicólogos. Sin embargo, carecen de figuras
tan importantes para su recuperación como educadores/as y psiquiatras. Para
acudir a estos últimos, tienen que salir de la cárcel y acudir al centro de
salud esposados/as; con el trauma que eso conlleva.
Una vez fuera de la cárcel, algunos/as
reclusos/as siguen repitiendo las costumbres
que adquieren en la cárcel, como los paseos a lo largo del patio o el
horario de comidas que seguían.
Esperamos que os haya gustado. Hasta la
próxima!
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