En Medellín y más concretamente en Manrique, los niños no podían jugar en la calle, podían ser alcanzados por balas de las pandillas que pelean por los barrios. La gente se quedaba en casa y no iban ni al parque ni a la escuela. Todo esto le pasó a Juan Pablo PAtiño cuando era pequeño. Él no quiso que esto le pasase a los demás niños de su barrio y le pidió a sus padres una habitación en su casa para montar una escuela alternativa, una escuela creativa dónde los niños pudiesen expresarse mediante el baile, el cante, la pintura... y así sacarlos de las calles.
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